
Un importante flujo migratorio de latinoamericanos en busca de condiciones dignas de vida continúa inmovilizado en un páramo ubicado entre Chile y Perú. La diáspora tiene la piel de Colombia, la voz de Venezuela, la cultura de Haití. Son hombres, mujeres y niños que, necesitados de techo y salario, intentan radicarse en países de la región donde consideran que pueden encontrar una situación económica más próspera. El caótico campamento de los no land en un espacio sin pertenencia nacional definida, “un limbo” remarcan las crónicas, reciben una política migratoria expulsiva de los gobiernos chileno y peruano. La situación expone la ausencia de una política común en el Cono Sur sobre un tema humanitario acuciante.
“Nos encontramos entre la espada y la pared”, expresó Yosier Canelón, una ciudadana migrante venezolana que lleva varias semanas en la frontera. Algunos salen de Chile e intentan volver a sus países de origen ante los últimos cambios en las leyes migratorias de Santiago. El pasado 19 de abril el gobierno de Gabriel Boric implementó medidas de control migratorio. Por ejemplo, las fuerzas estatales podrán realizar controles de identidad que antes estaban prohibidos porque eran considerados discriminatorios. Además, las personas que no puedan acreditar su situación migratoria regular podrán ser detenidas por tiempo indefinido. A esto se le suma la militarización de las fronteras por 90 días ordenada por Boric en febrero”, describe el desmadre social la periodista Dominique Galeano.
El periodista argentino Juan Elman estuvo en el terreno para ampliar el abordaje de una investigación periodística sobre el Chile actual, de esa manera pudo registrar testimonios de difícil acceso porque se trata de un lugar climático hostil, y totalmente a la intemperie del abrigo estatal. En un párrafo significativo de la nota de Elman se lee lo siguiente: “Las organizaciones migrantes han torcido para mejorar las condiciones sanitarias y humanitarias durante la espera, pero se sienten impotentes. Así me lo cuenta Lorena Zambrano, vocera de la Asamblea Abierta de Migrantes y Promigrantes de Tarapacá (AMPRO), basada en el norte de Chile. “Estamos preocupados por la cantidad de mujeres con niños que hay. Muchas veces, para pasar, terminan pagando a coyotes y pueden caer como víctimas de trata sexual. Muchas llegaron en familia, pero se han separado, ha habido harta violencia intrafamiliar”.
Fuentes: portales argentinos Cenital y Página 12
*Este artículo fue publicado originalmente en el newsletter informativo sobre América Latina elaborado por el Programa de Integración Regional y Financiamiento para el Desarrollo de Fundación SES (Mayo – 2023). Acá se puede leer la entrega completa.